Hace años en una clase con el profesor Larrosa leí un fragmento - capítulo undécimo- "contra fariseos" de su libro "Entre las lenguas" . Un ensayo que habla, escucha, escribe, lee, enseña y aprende des de la lengua y como sucede entre las lenguas..Se trata de experimentar con la lectura, de relacionar experiencia, formación donde la subjetividad nos incita a la alteridad,la diferencia, la diversidad.
En estos ejercicios de leer y escribirnos nos narramos a nosotros mismos y hoy pretendo hablar de eso: experiencia y educación.
" Ser indulgente con los malos es algo que el corazón aprende fácilmente desde niño; es saber ser igualmente indulgente con lo insoportable, y aun a menudo cruel, arrogancia y petulancia de los virtuosos lo que el corazón suele aprender sólo tarde y con esfuerzo, y en ocasiones nunca" Sánchez Ferlosio.
La ética trata de la vida y no del mundo. La vida nos enseña y nos aprieta , nos atrapa. La moral trata del mundo que es otra cosa. Ir en metro para que encuentre uno un cordón policial de inspectores que pidan el billete y alguno que otro se permita el lujo de decir " muchas gracias guapísima" a una joven...no sé si tiene más que ver con la ética que con la moral. En la moral el fariseo , o sea, la persona que como el judaísmo en la Jerusalém de principios del siglo I se preocupaba de las normas y de cumplir los mandamientos con la única pretensión de ganar así la aprobación de los otros convertía su virtud en un espectáculo. Sociedad de un espectáculo como dirá Debord que hace del arte turismo , de la cultura mercancía , de la educación producción. El fariseo de hoy resulta cruel, arrogante, vanidoso, y autoritario como si en eso le fuera la distancia necesaria entre él que ostenta cierta clase de poder y la sociedad que somos el resto.
En educación el fariseo se convierte en alguien con figura , sin corazón, sin ética. En esta ética no hay perdón porque no se reconoce al otro como alguien cercano, como alguien que puede encontrarse cercano a la verdad. La verdad en el fariseo es la demostración de su hipocresía , de falta de sinceridad consigo mismo, de su moral. Adela Cortina , profesora de filosofía en su libro "Ética sin moral " nos diferencia estos dos conceptos. El conócete a ti mismo socrático se vuelve así extraño, extranjero en esa tierra que se llama o llamamos educación. Por eso los resultados aparecen como estadística de números y se asemejan más a una numerología que a una ciencia de la interpretación. Educar entonces se convierte en instruir , en hablar sin hablar, en no escuchar, ni dejar que se escriba, en lo más alejado de lo diverso, plural.
En esa ética que nos construye las condiciones de posibilidad de una vida digna acabamos por desconfiar de los virtuosos , de los moralistas, de los maestros de la moral que pontifican con su decir y saber una respuesta a ese mundo que quieren reproducir y ejercer a base de decretos, leyes, normas. La jurisprudencia vuelve así al virtuoso en un fariseo, en un ser sin escrúpulos, alejado de la realidad , e incapaz de situarse en el otro.
En ética no hay buenos ni malos simplemente hay personas que quieren creer en algo más que la simple virtud del deber y de la responsabilidad mal entendida y aprendida. Porque precisamente no se aprende a ser responsable , se nace, se hace , se trabaja en una vida que nos convierte en seres próximos y respetuosos con los demás.
Si dejamos que la utopía abandone las aulas y la experiencia educativa olvide esta vida examinada , puesta a examen permanente quizás entonces de nada ya nos sirva la democracia y sus formas de representación como asambleas, consejos escolares, equipos docentes, departamentos , comisiones. ¿Para que sirven estos si sólo justifican al fariseo y al hipócrita de su única y absoluta verdad ?
La moral ha creado ilusión , ha creado magia para que el conejo salga de la chistera y el espectáculo sea un taller de verano , un ejercicio de hipocresía , un espectáculo de cinismo puro. Por eso la ética necesita de la cara escéptica para sobrevivir y alejarse en silencio sin ningún adiós de este fariseo e hipócrita que sabe vivir y permite que los otros sobrevivan en el juego que él establece.
Se convierte así la palabra en dardo envenenado , en flecha directa al corazón del soldado, en puñetazo en el estómago de quien se atreve a decir que eso que se cuenta no es la verdad. Ya no es necesaria la vergüenza de nadie ni la timidez del lazarillo que va dando palos de ciego sin saber que el poderoso no tiene argumentos no tiene razones sólo exhibe su autoridad. Se actúa así en nombre de la Institución ,de la carta que engaña pidiendo la dimisión de directores o directoras , se escabulle como una anguila en las manos de provisionales, sustitutos, interinos, maestros, profesores, catedráticos, porque en el silencio de la mayoría esta la fuerza del fariseo y de su virtud. Pero no todo vale por igual. No hay más razón que la que se impone sin corazón , sin ningún criterio plural, abierto, De esta manera la religión de estado justifica en el servilismo del regalo, el obsequio, de la propaganda el buen hacer, el buen querer , el buen gesto fruto de callar, obedecer y bajar la cabeza para aceptar que ya nos derrotaron antes de hablar, pensar, decir, o escuchar.
Nadie se debe sentir cómodo con el papel de querer mejorar la humanidad, porque precisamente eso es lo que convierte al hipócrita y al fariseo en poderoso señor, en poderoso dueño de la verdad. Al escéptico le desagrada la verdad, ese poder de una verdad impuesta, y del totalitarismo de la mirada cruel y anti compasiva. El gesto irreverente que con las manos se lleva a la cabeza para expresar al otro que no está cuerdo, que se equivoco en su turno de palabra porque sólo se informa , sólo se reproduce , sólo se deja que el otro hable para decir que no le está permitido hablar en público.
Y así en el espacio privado hay quien dice , cuenta, critica, impunemente pero obedece como decía Kant al amo y señor del universo. La dirección somete así a la fidelidad de la obediencia la continuidad de la tradición y el servicio de la causa a este poder que nunca tiene en cuenta a las personas, a los seres humanos.
Todo fariseo entonces utiliza la arbitrariedad para medir la justificación de su decisión y de sus respuestas y precisamente en eso la forma más violenta de su acción convierte la moral en mundo , en misión de su verdad. Se desmonta así la separación entre la luz y la sombra : contra el poder de la verdad y contra la verdad como poder. La mentira -dice Ferlosio- nace como necesidad de inventar la verdad, y así estos fariseos e hipócritas convierten la palabra en algo falaz , en un simulacro , en algo vacío y sin sentido.
Engañados pues por el miedo, el autoengaño, la incapacidad crítica, ya no hay más verdades que las muchas mentiras como simulacro de verdad.
Nietzsche dice
" Quien coloca muy alto su moralidad y la toma en serio se encuentra con el escéptico en moral , porque ya no hay actos puestos ha examen ni duda alguna sobre su hacer y hablar. ... "
La fiesta acaba y el fariseo se retira a su guarida , no cree en el espectáculo del virtuoso y no puede examinar de forma crítica porque la partida está trucada, amañada , ... Sembrar la duda contra el fariseo, el hipócrita resulta hoy un ejercicio de soledad , un ejercicio de autosilencio , de vivir en la incómoda conciencia para seguir denunciando la incómoda complicidad de los poderosos que en sus cargos vitalicios han construido su castillo alrededor de creerse que están más allá del bien y del mal.
En educación el fariseo se convierte en alguien con figura , sin corazón, sin ética. En esta ética no hay perdón porque no se reconoce al otro como alguien cercano, como alguien que puede encontrarse cercano a la verdad. La verdad en el fariseo es la demostración de su hipocresía , de falta de sinceridad consigo mismo, de su moral. Adela Cortina , profesora de filosofía en su libro "Ética sin moral " nos diferencia estos dos conceptos. El conócete a ti mismo socrático se vuelve así extraño, extranjero en esa tierra que se llama o llamamos educación. Por eso los resultados aparecen como estadística de números y se asemejan más a una numerología que a una ciencia de la interpretación. Educar entonces se convierte en instruir , en hablar sin hablar, en no escuchar, ni dejar que se escriba, en lo más alejado de lo diverso, plural.
En esa ética que nos construye las condiciones de posibilidad de una vida digna acabamos por desconfiar de los virtuosos , de los moralistas, de los maestros de la moral que pontifican con su decir y saber una respuesta a ese mundo que quieren reproducir y ejercer a base de decretos, leyes, normas. La jurisprudencia vuelve así al virtuoso en un fariseo, en un ser sin escrúpulos, alejado de la realidad , e incapaz de situarse en el otro.
En ética no hay buenos ni malos simplemente hay personas que quieren creer en algo más que la simple virtud del deber y de la responsabilidad mal entendida y aprendida. Porque precisamente no se aprende a ser responsable , se nace, se hace , se trabaja en una vida que nos convierte en seres próximos y respetuosos con los demás.
Si dejamos que la utopía abandone las aulas y la experiencia educativa olvide esta vida examinada , puesta a examen permanente quizás entonces de nada ya nos sirva la democracia y sus formas de representación como asambleas, consejos escolares, equipos docentes, departamentos , comisiones. ¿Para que sirven estos si sólo justifican al fariseo y al hipócrita de su única y absoluta verdad ?
La moral ha creado ilusión , ha creado magia para que el conejo salga de la chistera y el espectáculo sea un taller de verano , un ejercicio de hipocresía , un espectáculo de cinismo puro. Por eso la ética necesita de la cara escéptica para sobrevivir y alejarse en silencio sin ningún adiós de este fariseo e hipócrita que sabe vivir y permite que los otros sobrevivan en el juego que él establece.
Se convierte así la palabra en dardo envenenado , en flecha directa al corazón del soldado, en puñetazo en el estómago de quien se atreve a decir que eso que se cuenta no es la verdad. Ya no es necesaria la vergüenza de nadie ni la timidez del lazarillo que va dando palos de ciego sin saber que el poderoso no tiene argumentos no tiene razones sólo exhibe su autoridad. Se actúa así en nombre de la Institución ,de la carta que engaña pidiendo la dimisión de directores o directoras , se escabulle como una anguila en las manos de provisionales, sustitutos, interinos, maestros, profesores, catedráticos, porque en el silencio de la mayoría esta la fuerza del fariseo y de su virtud. Pero no todo vale por igual. No hay más razón que la que se impone sin corazón , sin ningún criterio plural, abierto, De esta manera la religión de estado justifica en el servilismo del regalo, el obsequio, de la propaganda el buen hacer, el buen querer , el buen gesto fruto de callar, obedecer y bajar la cabeza para aceptar que ya nos derrotaron antes de hablar, pensar, decir, o escuchar.
Nadie se debe sentir cómodo con el papel de querer mejorar la humanidad, porque precisamente eso es lo que convierte al hipócrita y al fariseo en poderoso señor, en poderoso dueño de la verdad. Al escéptico le desagrada la verdad, ese poder de una verdad impuesta, y del totalitarismo de la mirada cruel y anti compasiva. El gesto irreverente que con las manos se lleva a la cabeza para expresar al otro que no está cuerdo, que se equivoco en su turno de palabra porque sólo se informa , sólo se reproduce , sólo se deja que el otro hable para decir que no le está permitido hablar en público.
Y así en el espacio privado hay quien dice , cuenta, critica, impunemente pero obedece como decía Kant al amo y señor del universo. La dirección somete así a la fidelidad de la obediencia la continuidad de la tradición y el servicio de la causa a este poder que nunca tiene en cuenta a las personas, a los seres humanos.
Todo fariseo entonces utiliza la arbitrariedad para medir la justificación de su decisión y de sus respuestas y precisamente en eso la forma más violenta de su acción convierte la moral en mundo , en misión de su verdad. Se desmonta así la separación entre la luz y la sombra : contra el poder de la verdad y contra la verdad como poder. La mentira -dice Ferlosio- nace como necesidad de inventar la verdad, y así estos fariseos e hipócritas convierten la palabra en algo falaz , en un simulacro , en algo vacío y sin sentido.
Engañados pues por el miedo, el autoengaño, la incapacidad crítica, ya no hay más verdades que las muchas mentiras como simulacro de verdad.
Nietzsche dice
" Quien coloca muy alto su moralidad y la toma en serio se encuentra con el escéptico en moral , porque ya no hay actos puestos ha examen ni duda alguna sobre su hacer y hablar. ... "
La fiesta acaba y el fariseo se retira a su guarida , no cree en el espectáculo del virtuoso y no puede examinar de forma crítica porque la partida está trucada, amañada , ... Sembrar la duda contra el fariseo, el hipócrita resulta hoy un ejercicio de soledad , un ejercicio de autosilencio , de vivir en la incómoda conciencia para seguir denunciando la incómoda complicidad de los poderosos que en sus cargos vitalicios han construido su castillo alrededor de creerse que están más allá del bien y del mal.