La violencia de los no violentos
La de la porra policial no es la única ni la mayor, ni la menos legítima o, al menos, legal
Víctor
Bermúdez
06/12/2017
06/12/2017
La
mayoría de las disputas se resuelven aclarando los conceptos
pertinentes. Un ejemplo: los jueces sospechan que la conducta de
ciertos políticos catalanes fue de una violencia ilegítima, pero
los aludidos y parte de los ciudadanos piensan, por el contrario, que
no, que su conducta fue en todo momento pacífica, y que la única
violencia vino de la policía y el Estado. La clave para resolver
este asunto está en dilucidar lo qué es y no es violencia (y lo que
es o no es legítimo violentar).
En
un sentido primario, «violencia» significa obligar a alguien a
hacer lo que no quiere. Ahora bien, en extremo esto es imposible. La
voluntad solo se puede forzar parcialmente. Nadie puede obligar a
nadie sin su consentimiento. Hasta en la peor de las circunstancias
se puede decir «no». Otro asunto es el coste de ese «no».
Habitualmente obramos tras calcular las ventajas e inconvenientes de
cada alternativa y, en muchos casos, obedecer puede parecer la mejor
opción (es peor que te castiguen o te maten, que dañen a otros,
etc.). El modo de violencia consistente en forzar (parcialmente) la
voluntad supone además cierta gradación. No es lo mismo obligar a
alguien a base de golpes que a base de talones bancarios o de
achuchones. A la gente no le gusta que le peguen, pero menos aún ser
un miserable don nadie o sentirse desamparado. El chantaje emocional
o el económico suelen ser (por ejemplo) formas más intensas de
violencia que el simple castigo físico.
Pero
hay un modo de violencia que supera a todos, y que puede llegar a
anular por completo (no parcial ni gradualmente) la voluntad del
sojuzgado. No se trata de la violencia del que obliga a otro a
hacer lo que no quiere, sino del que lo subyuga para que lo quiera
hacer. Este tipo de violencia es mucho más radical: sustituye
la voluntad del dominado por la voluntad del dominador, hasta el
punto de que el primero realiza la voluntad del segundo (sin
saberlo, y sea cual sea) como si fuera la suya propia. Es una forma
casi perfecta de violencia y, como tal, exige más competencias
(psicológicas y retóricas sobre todo) en aquel que la ejerce.
¿A
cuál de estos tipos de violencia pertenecen las porras de los
policías del 1-0? A la primera, en su versión más tosca: la de
obligar por coacción física. ¿Y a qué tipo de violencia
pertenece la resistencia «pacífica» de los que rodearon u ocuparon
los colegios electorales? También a la primera, pero en
una versión, como dijimos, más intensa: la del «chantaje
emocional». «Vas a hacer lo que no quieres (dejarnos votar)
–les venían a decir al Estado– porque en otro caso tendrás que
hacernos mucho daño y, al ver la sangre y las lágrimas, nadie (los
votantes, la UE...) os va a querer ni apoyar». ¡Cuidado que no se
trata aquí de juzgar el uso de este tipo de violencia (que han
puesto en práctica personajes muy reputados) sino de describirla
como tal violencia. Qué esté o no justificada (que sea legítima o
legal) es ya otro asunto.
Además,
en el procés catalán también se ha dado esa otra forma más
radical de violencia –tan frecuente por demás en política–
que consiste en subyugar la voluntad de los dominados. Esta
subyugación se ha dado a través del engaño y manipulación de los
ciudadanos (de acuerdo a una estrategia preconcebida que daba por
hecho lo que les convenía), prometiéndoles como seguro lo
improbable, o movilizándolos a voluntad, con la retórica y la
presión emocional adecuada, para generar los efectos políticos
deseados. Otro modo de subyugar voluntades (especialmente
frágiles) ha sido y es el adoctrinamiento escolar. Aunque no se
pueda generalizar, la politización de la «escola catalana» (su
«función nacionalizadora» –que decía el otro día Joaquim Coll–
o su monolingüismo militante) es un hecho innegable.
No
es pues, cierto, que los políticos catalanes presos hayan sido
injustamente acusados de ejercer la violencia. La de la porra
policial no es la única ni la mayor. Ni, cabe decir –por tanto
pero no solo– la menos legítima o, al menos, legal. Y en un
estado democrático de derecho la ley (la plasmación del consenso)
es, salvo causas mayores (que no se dan en este caso), la fuente
primera de legitimidad.
Hace poco un amigo Jordi participaba en una mesa en la Sala Becket , sobre la estética del independentismo como forma de manifestación llamada pacífica. En el artículo se puede entender que el concepto de violencia se defina como una obligación contra la voluntad de alguien. En este sentido todos y todas ejercemos violencia casi siempre puesto que mandamos con nuestras formas subyugantes de nuestro poder sobre los demás en contra claramente de su voluntad. No hay posibilidad de libertad alguna cuando se actúa en contra de alguien . Sin embargo en esta definición aparece una idea de entender la violencia jurídica , puesto que la hablar de obligación en el fondo es hablar de ir contra los derechos de los demás o aceptar estos derechos. La tesis del profesor Bermúdez seguidamente clasifica la violencia en dos tipos , Esta claro que obligar contra la voluntad no es humano. Esa gradación le permite decir que golpear a alguien contra su voluntad con el uso de la fuerza o no es de grado diferente . Y afirma que el uso de la corrupción económica o el uso de las emociones para manipular o forzar a la gente contra su voluntad es la forma peor de violencia ejercida. Sin embargo establece que la peor clase de violencia es la ejercida anulando la voluntad de los demás , la que somete , la que convierte al otro en un objeto al uso y desuso de la voluntad de quien ejerce esta violencia. Aquí el matiz estaría en entender en que ese tipo de violencia de cosificación del otro como mercancía no va realmente contra una voluntad consciente sino más bien de utilizar al otro haciéndole creer que lo quiere hacer , como la figura del idiota moral . Norbert Bilbeny hace años escribió un libro en anagrama que llevaba por título esta idea . El idiota moral es quien desconoce las razones de sus actos por carecer de una consciencia suficientemente racional para saber que esta haciendo. El caso más evidente estaría en Adolf Eichmann , tal como constato Hannah Arendt .
El profesor Bermúdez advierte que ese idiota moral pierde su propia voluntad aun creyendo que la continua teniendo para que se convierta en la voluntad del dominador. Ese tipo de violencia que convierte las emociones en una estética vanguardista que enaltece los valores de la paz y democracia puesto que obliga a la representación del estado a ir en contra de su voluntad , o sea, el clavel o la margarita se convierte así en una forma de ejercer cierto tipo de violencia resistencia para forzar , obligar al otro contra su voluntad .
Sin embargo la idea que me parece interesante para debatir es la que afirma al final del artículo de la forma más radical de violencia puesto que anula la voluntad de los dominados , la que los convierte en idiotas morales , en individuos alienados por las ideas del dominador gracias al engaño, la manipulación, las mentiras, las falsedades, con promesas que sabes que no se van a cumplir . Incluso con un adoctrinamiento educativo para convertir la fragilidad emocional en una bandera que tenga voz no propia sino a las consignas del dominador.
La argumentación parece pues sostener esta idea de entender una violencia en base a una consideración jurídica cuando utiliza la idea de obligación consentida o no . Seria interesante pensar en la diferencia entre agresividad innata y violencia construida o adquirida . Puesto que la violencia no es fruto de una circunstancia ajena a la sociedad , sino más bien aparece cuando las condiciones sociales estallan fruto del sentimiento de injusticia, de abuso del poder, de arbitrariedad ... No es un fenómeno de laboratorio que se pueda diseccionar para analizar como ajeno a causas y consecuencias . Esta claro que violencia estructural como la que un Estado ejerce a su ciudadanía sin que esta sepa de forma consciente o este manipulada con falsas promesas de partido, con castillos en el aire, incluso movilizando sus voluntades para que les sigan votando debe ser también violencia radical como la que habla .
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