Nos embarga una tristeza grande e inmensa cuando el ser humano reconoce la absurda existencia que le sostiene. ¿Como tratar con la vida que tenemos sin perdernos en el tiempo de días, años, décadas, existencias vividas ? ¿cómo hacer frente a la muerte , a la soledad, a la enfermedad tan cercana a nosotras ? ¿Cómo dejar que el deseo se nos escape una y otra vez entre las ventanas de nuestros poros de la piel para desaprendernos de miedos, temores, melancolías y vida ?
Nietzsche con su idea del eterno retorno precisamente parece que advierte de esa concatenación de circunstancias que mueven el azar hacia la posibilidad de convertir los momentos como si fueran los últimos días en la tierra. Idea que el cinismo sugiere con esa paz perpetua cuando uno busca hacer de cada presente el último de su momento único e irrepetible. Seguramente creer que lo que uno escribe ahora mismo será lo último que escriba así de esta manera , o que los sentimientos que expresa su dolor por la pérdida de las vidas humanas de inocentes personas que paseaban un día 17 /a las 17 de 2017 como si fuera un día más en lugar de lo que acabó siendo , ofrece una relación con el mundo diferente.
El tiempo es tiempo y es tan relativo como lo que pensamos y percibimos . Existe siempre un último abrazo, un último beso, un último adiós, un último paseo, un último momento con tu madre, con tu padre , con tu pareja, con tu amiga , con tu vecino, con tu alumno, con cualquiera. Hay pues este último adiós para tantas veces que no podernos despedirnos con las cosas que uno ama de la vida y sin embargo precisamente eso nos permite seguir pensando que es importante decir que frente al odio, la sin razón, la rabia, el fanatismo, la ira, la cólera, hay una vida y una existencia que nos permite hablar de amarnos, querernos, desearnos, aprendernos, .
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